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26 abril, 2011

Lila

 Me desperté de aquella terrible pesadilla, mis ropas estaban pegadas a mi piel, como mi cabello, a causa del sudor. Recordaba poco de aquella pesadilla, tan solo imágenes que pasaban por mi cabeza tan rápidamente cual estrellas fugaces en el cielo. Estaba paralizada, no podía mover ni un solo músculo, y mi respiración era acelerada, tan solo me acordaba de unos ojos lilas que penetran en mis entrañas y de un cuerpo inmóvil flotando en un rio. Horribles imágenes para tal horrible sueño.
Me levanté y me duché, no podía quitarme la sensación de pesadez y de agobio que llevaba encima desde que me desperté, esas 2 imágenes me hacían daño. Me recordaba a mi misma que tan solo había sido un sueño, un horrible sueño, que nada de ello era real, pero aunque esas palabras estuvieran metidas en mi cabeza como estacas no podía dejar de pensar lo real que había sido.
Aquel día era gris, como muchos días en Inglaterra, pero hoy tenía algo diferente que no sabría qué decir. Al salir de mi casa veo extrañas sombras siguiéndome, siento como si todas las miradas se centraran en mí, como si hoy no fuera igual, como si fuera un nuevo espectáculo que todo al que todo el mundo quisiera ir. Al llegar al instituto, no sabría decir que me sucedió, pero me desmayé y sentí esa mirada lila observándome detrás de mis parpados cerrados, y eso me asustó, empecé a gritar para que me dejaran salir de aquel lugar, para poder alejarme lo máximo posible de aquella mirada siniestra que me perseguía a cualquier lugar al que iba.
Cuando de desperté me encontraba otra vez en mi habitación, esta vez sin ningún problema para respirar, sin ninguna preocupación, sin ningún miedo a una estúpida pesadilla. Me levanté de la cama y lo primero que hice fue correr las cortinas de mi habitación, pero mi sorpresa fue ver a una mujer de cabello negro, con tirabuzones que le caían por la espalda, de tez tan pálida cual nieve recién caída del cielo, con unos ojos grandes y de un color que me atemorizaba, el lila. Me miro fijamente, no me podía mover, no sentía miedo, en aquel momento no sentía nada, esa mujer entró en mi habitación por la ventana cerrada y se colocó detrás de mí y me empezó a apartar el cabello del cuello y de delante de mi oreja izquierda, me empezó a susurrar que le agarrara fuerte de la mano que si no me caería, y que me necesitaba donde mi alma no estuviera expuesta a constantes tentaciones. Me di la vuelta y la cogí de la mano. A partir de ahí no recuerdo que sucedió, ahora me encuentro en una sala blanca, vacía, donde no hay ventanas ni puertas, en la que en las paredes puedo ver lo que deseo. No sé si escogí lo correcto, pero por el momento este lugar me gusta.

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El esqueleto de lo que fué

"Si comparásemos el estado actual de la Tierra con el que solía ser, tendremos la sensación de que nos encontramos solo delante de los restos óseos de un cuerpo desolado por la enfermedad. Desprotegida totalmente de carne y de grasa, La Tierra solo es el esqueleto de lo que fué" Platón